• Las historias que se quemaron con el triste incendio que afectó a Limache

    Los vecinos del Callejón Cabrera, en la comuna de Limache habían iniciado con el pie derecho el año 2019, dado que uno de los anhelos de la comunidad ubicada en el sector de El Maitén Alto, se había cumplido: su calle estaba pavimentada.

    El pasado 29 de diciembre la vía había sido entregada a los vecinos y esperaban con ansias el día de la inauguración oficial, pero no contaban con que el inicio de año les traería una pésima noticia.

    Eran alrededor de las 14.00 horas del 3 de enero cuando un incendio forestal comenzó en las cercanías, pero en un abrir y cerrar de ojos el fuego estaba en la puerta de sus casas, iracundo, arrasando con todo a su paso.

    Quienes estaban en ese lugar corrieron para salvar con vida solo con lo puesto y quienes estaban afuera debieron esperar horas para saber qué había sido de su familia, de su casa, de sus recuerdos.

    El infierno

    Han pasado ocho días desde que la vida le cambió en 180° a un grupo de 29 familias, muchas de ellas emparentadas o amigos de casi toda una vida y, aunque se han mantenido ocupados ayudándose unos a otros para levantarse y rehacer sus vidas, apenas tienen unos minutos de descanso, las lágrimas brotan sin cesar.

    María Figueroa es la presidenta de la junta de vecinos del Callejón Cabrera, es una mujer fuerte, con carácter, que a simple vista es difícil verla doblegada. Camina de un lado a otro, organiza y delega, es difícil abordarla, pero basta un minuto de intimidad para que relate el más profundo de sus dolores.

    "Ese día yo estaba trabajando en el otro pueblo cuando empezó el incendio, me vine al tiro a ver que pasaba, pero esto ya era humo y fuego, no me dejaron pasar y yo gritaba de desesperación", recordó.

    Su hijo estaba del otro lado del humo y María no supo de él en toda la noche, todo era confusión, gritos y fuego. No había nada que hacer, el fuego había quemado su casa. El joven salvó un camión con el que pudo huir hacia arriba, subió a los vecinos que estaban en su misma situación y apretó el acelerador a más no dar.

    "Yo gritaba y gritaba, pero no se veía nada, yo pensé que mi hijo se me había quemado con el fuego, pensé en mis dos perros, pero sobrevivieron. No podíamos subir, cuando me pude comunicar me dijo 'mamá no quedó nada'. Me desmayé y me llevaron a una casa que se empezó a quemar y tuvimos que arrancar, fue terrible. Al otro día en la mañana esto era desolador", relató.

    María no sólo tenía que sobreponerse rápido por ella, sino que también tenía que darle contención a sus vecinos que estaban su misma situación y eso ha sido lo más difícil.

    "Me las he llorado toda, el primer día fue horrible no tenía ni siquiera zapatillas. La gente me dice que hay que se fuerte, pero hay que vivirlo, hay que pasarlo. Es terrible no tener ni siquiera calzones o sostener que ponerse, a veces pienso 'ahh voy a ir a buscar mi...', pero en eso me acuerdo que ya no está, no hay nada. En el día estamos ocupados en esto, pero llega la hora de acostarse y uno piensa '¿y dónde está lo mío?', ¿dónde está lo que tanto costó?, ésta era la casa de mis papás, tenía muchos recuerdos de ellos. Yo trato de salir, pero hay momentos en que me siento sola, yo contengo al resto, pero ¿y yo?. Gracias a Dios hemos tenido mucha ayuda, pero duele", señaló.

    Esperaba operación

    Don Juan Ruiz tiene 77 años y hace 22 años construyó su casa a pulso en el Callejón Cabrera. Era una gran propiedad, muy cómoda, con 3 dormitorios y que hoy ya no existe.

    El vecino, tras quedar viudo vivía solo y actualmente se trataba por una Rinofima que es una enfermedad que deriva de la rosácea y que genera el engrosamiento de la piel de la nariz. Hace unos días se había ido a Coquimbo a la casa de una de sus hijas ya que, tras muchos meses de espera, trámites y viajes acá en la zona, había decidido operarse allá. Ese jueves estaba realizándose los últimos exámenes antes de ingresar a pabellón.

    Eran las 14.30 estaba en la consulta del especialista cuando la vecina que tenía las llaves de su casa lo llamó para darle la mala noticia de que su casa se estaba quemando.

    El resto lo vio por televisión y, aunque se impresionó de lo que oía y veía, sabía que una situación así podía ocurrirles.

    "La junta de vecinos muchas veces había informado sobre los matorrales que habían, así que siempre estábamos pendientes. Llegué al otro día a las 5.00 de la madrugada y vine a ver el desastre... no había nada", relató.

    El hecho de estar en Coquimbo le permitió tener sus documentos, exámenes y algo de ropa con él, pero, al igual que sus vecinos perdió hasta la escritura de la casa que siempre cuidó celosamente y mantuvo en orden y archivada.

    "Mi señora se murió hace unos años, pero ahora no tengo ni una foto de ella. Tenía cuadritos de ella, algunas cosas que me quedaban de la finada, pero se fue todo. Allá en Coquimbo se supo lo que había pasado, así es que ellos internamente consiguieron que me operaran acá en el Naval y la próxima semana tengo que ir al doctor para llevarle mis exámenes. Lo que sí hay que ir presentable, el día que me operen hay que llevar pijama y esas cosas y no tengo nada", relató.

    Está alojando en el albergue dispuesto por el municipio, pero por sus problemas a las piernas se le hace complicado dormir en el suelo, intentará arrendar "aunque sea una cama".

    "Ya empecé sin nada una vez, claro que no tenía el sueldito que tengo ahora, pero vamos a empezar a levantar una reja y otra, de a poquito. Pienso en mi sueldo y que voy a tener que destinarlo en levantar mi casa otra vez", reflexionó.

    Felices de estar vivos

    Cuando Elías Valle tenía 5 años llegó a vivir al Callejón Cabrera con su familia. Hoy tenía su casa en el mismo lugar junto a su esposa Andrea. En ese predio estaban además las casas de dos hermanos y la de su madre difunta donde vivía un sobrino, ninguna se salvó.

    Elías, de 47 años, estaba junto a su mujer terminando de almorzar cuando vio humo blanco en el cerro del frente. En cosa de segundos estaba en la puerta de su casa.

    "Es como si hubiese habido combustible, tomé a mi señora de la mano y arranqué, ella salió con pantuflas, perdimos a una mascota que tenía sus gatitos, pero fue un instinto mío salvar a mi señora porque hoy lo estaría lamentando. Perdimos todo, pero gracias a Dios nadie murió y eso me pone contento. Somos fuertes, no tenemos el ánimo en el suelo y nos vamos a recuperar, pero una vida no se recupera", señaló.

    Elías tiene acondroplasia y sufre de sus caderas, camina apoyado de un bastón y aún no sabe cómo logró subir el cerro huyendo del fuego sin soltar jamás la mano de su esposa.

    "Cuando salimos le anduvo dando una crisis en la puerta de la casa, con mi hermana la sacamos, le tomé la mano fuerte y le dije corre, no pares. En eso el fuego pasó para el otro lado y mientras nosotros estábamos arrancando de las llamas, con la adrenalina no sentí dolor hasta que llegue a un lugar seguro, ahí me anduve desvaneciendo. Pero doy gracias de tener a mi mujer a mi lado y no dejarla nunca porque para mi es mi roble, mi apoyo y yo de ella. Ella viajó de Osorno hace un año y dos meses a vivir conmigo, jamás la dejaría sola, es todo para mi", dijo.J

  • La ayuda

    Poco a poco comenzaron a llegar las mediaguas y las necesidades han ido cambiando. Ropa ya es suficiente, lo que ahora se necesita son útiles escolares para los niños en etapa escolar u objetos para habitar las casas. Platos, loza, vajilla, sábanas, toallas, artículos de cocina, de baño y de dormitorio.