• Liguanos se desbandaron antes de encerrarse

    Sandy Villegas miraba cómo en un supermercado, cercano a donde ella se ubica a vender sus productos, la fila de personas ávidas de proveerse de alimentos y otras mercancías crecía a cada minuto, al igual que en varios otros locales establecidos. Esta liguana solo atendía a uno que otro cliente que le consultaba por la caja de mascarillas o el frasquito de alcohol gel en su puesto ambulante.

    La historia de Sandy es común a la de varios que han visto truncada sus vidas desde hace ya un buen rato. "Con mi marido nos dedicábamos a los eventos, a la banquetería; organizábamos todo tipo de eventos y nos iba súper bien, nos poníamos en la Feria del Tejido, con unas carpas que mi marido hacía; pero desde el estallido social se nos vino todo abajo, se suspendió todo, y con la pandemia más todavía. Por eso nos tuvimos que reinventar, porque las deudas no esperan, los hijos no esperan", dice esta comerciante, que con la nueva cuarentena se siente aún más vulnerable.

    "Acá vendo productos esenciales (sanitarios), pero por ser ambulante no podré venir más a trabajar. Esta cuarentena de ahora la siento más dura, porque el país está crítico, peor que antes. Además, no califico para ningún bono ni ayuda del Estado. Ojalá que sirva esta medida y la gente se encierre".

    En similar situación de desprotección se encuentra Jaime Morales, quien ya es un habitual vendedor de frutas de la estación frente a la plaza. Hasta estos días se lucía con unas llamativas tunas que vendía como pan caliente.

    "Esta fruta se llama nopal en realidad, y la trajeron desde México; su cáscara es buena para combatir la diabetes, solo hay que meterla a la juguera y tomársela así, en ayunas", explica este ambulante que se queja de que "en otros rubros no hay trabajo, y ya no podré venir a vender. Y todo por culpa de la gente que vino a balnearios de esta zona, Papudo, Cachagua, y trajo el virus. Quedan registrados en el hospital de acá, los casos se consideran de La Ligua, y nos mandan a cuarentena a nosotros, ¡estamos jodidos! Ojalá dure dos semanas no más".

    GASTRONOMÍA A NEGRO

    En la calle Ortiz de Rozas, el local conocido como La Picá de la Tía Luca estaba funcionando con las mesas que tienen en dos terrazas en la parte interior. Pero el matrimonio de Lucrecia Basualto y Manuel Baeza ya están resignados a bajar sus cortinas en esta cuarentena.

    "No nos conviene para nada trabajar con delivery, no queda ni para el gas, además es riesgoso andar por ahí con platos de comida para reparto. Hay que considerar que la gente tendrá dos permisos de dos horas para salir, y no los va a gastar en comprar un plato de comida preparada que le dure un solo día", dice Baeza.

    Luego de la tregua estival, la pandemia no cede y el rubro gastronómico lo resiente. "Con esto nos iremos a pique, yo creo que varios locales van a cerrar, los chicos vamos a sonar. Nosotros aprovechamos harto el verano, porque servimos platos contundentes y los turistas venían acá a comerse una merluza a $3.500, y no a $7.000 como en la playa, se venían tarde y se ahorraban el desayuno", cuenta el administrador de esta céntrica picada, quien aprovecha la ocasión para reflexionar. "Ojalá que el ministro de economía o el encargado de destinar las ayudas del Estado fuera alguien de abajo, un verdulero por ejemplo, que sepa lo que es el sacrificio para salir adelante, así funcionaría todo mejor", cierra.

    A propósito, en la verdulería y frutería Donde Kiko, la vendedora Dayhan Zamora dice que "se nos perdió mucha mercadería el fin de semana pasado cuando no pudimos abrir, así que no queda otra que trabajar, es bueno para nosotros poder trabajar, aunque así corremos riesgo. En estos días se ha visto mucha gente en la calle, demasiada. Nos afectará la cuarentena en las ventas, pero hay que parar los contagios". J